“Ayudame a sentir” me decía Obdulia con frecuencia, mi abuela materna. Fue una de tantas catedráticas sin título en esa célebre universidad de la vida. Nada hay más necesario que sentir y tampoco hay momento más apropiado para perseguir ese verbo que los tiempos en los que vivimos: las humanidades se desaparecen al tiempo…